¿A veces no os pasa que sentís que escribís la cantidad incorrecta de palabras?
Ya sea cuando te faltan 10 caracteres para un tuit, o cuando tu novela no llega al mínimo exigido para entrar a concurso, es posible que alguna vez hayas sentido que la longitud de lo que escribes es un problema. Ya sea por lo alto o por lo bajo.
En los trabajos del instituto o la universidad se suele medir por páginas, pero la página es un concepto tan cambiante dentro de este mundo de la escritura… Entre márgenes, interlineado, diálogos, tamaño de letra… un mismo texto puede tener 50 páginas o 150. No ayuda mucho para saber qué tamaño de texto estamos manejando. Así pues, en el mundillo editorial se mide en palabras, que es una medida mucho más consistente. Seguro que ya lo habéis visto por muchas partes, sobre todo en los concursos, donde es muy habitual poner un límite de palabras.
Ay, ese maldito límite de palabras.

Anda que no habrá concursos a los que no he enviado nada por ese límite de palabras. Y es que yo tengo un problema muy grave: Siempre escribo cosas muy largas. Incluso cuando hago cosas cortas, como un relato, me salen cosas muy largas.
¿Hace falta que os dé una muestra? Tenéis el blog lleno de artículos de entre 2000 y 3000 palabras, cuando es habitual que un blog no supere las 1000 (yo no entiendo cómo aguantáis mis tochos, la verdad).
Escribir poco también tiene sus problemillas:
1: Mínimo X palabras

Una de las frases más odiadas para todas las personas que no consiguen estirar más sus historias. Que por cinco mil palabras tu novela no sea lo bastante larga para entrar a concurso es una frustración horrible. Con los relatos pasa igual, solo que aquí podemos intentar estirarlos un poco… un poquito más… Y hale, está diluido, pero al menos el relato entra a la convocatoria.
2: ¡Se supone que esto iba a ser una trilogía!
¡Tras años de dolor y sufrimiento has terminado tu trilogía de ensueño! Y luego lo miras y… no llegas ni a las 150.000 palabras. Si 50.000 palabras ya es una novela corta, menos aún no llega ni a ser novela. Y como no puedes partir la historia por la mitad (¡¿Cómo vas a mutilar tu preciosa estructura de tres arcos de esa manera?!) pues te toca reunirlo todo en una única novela autoconclusiva. Hale, todos los títulos geniales de las tres partes, a la basura.

3: ¡Nanowrimo, yo te maldigo!
¡¿A quién no le gusta matarse todos los días para conseguir sacar 1.666 palabras diarias durante un mes?! Contra todo pronóstico, todo va bien, escribes a diario, cumples la cuota…
Y a mitad de mes terminas la novela del nanowrimo. Una novela de 35.000 palabras. Es cortita, sí, pero no hay necesidad de alargarla, ¿verdad? Todo está bien atado, el final es satisfactorio… ¡La novela está estupendamente!
¿Y ahora qué haces con las 15.000 palabras que te faltan? ¿En qué las vas a emplear los días que te faltan de mes? Porque si no llegas a las 50mil, no cuenta como un Nano completado…
Escribir cosas cortas tiene sus pequeños dramas, pero por lo general, ser más concreto que extenso es algo bueno en la escritura. Cada palabra que sobra debe morir, y en tus textos no es habitual que le cortes la cabeza a un tercio de tu obra por cosas que sobran. Es más, es posible que en las revisiones añadas cosas que han quedado demasiado escuetas. Esto no está mal, como se dice, lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Y luego estamos las personas que escribimos de más. Y eso sí que tiene problemas…
1: Las revisiones son eternas
En ese momento solo quieres arrancarle la cabeza a tu yo del pasado por haber escrito tanto. Si ya se sufre revisando un libro de 100.000 palabras, ¿qué tal duplicar el sufrimiento con uno de 200.000?

¿Y de casi 300mil? ¿Y si no es solo una revisión, sino una reescritura completa? Hay que contener las ganas de mandarlo todo a la mierda, os lo aseguro.
2: No aceptamos textos de más de X palabras
La frase que me ha dejado fuera de concursos y de enviar mis manuscritos a editoriales una y otra vez. Bueno, con mis dos novelas de más de 250mil palabras, es normal que me quieran mandar a la mierda directamente (250mil es mucho, muchísimo. Impreso nos adentramos en el territorio de las 800 páginas). Para las editoriales no suele ser rentable imprimir libros tan largos.

Pero en el caso de los relatos es peor. A mí 3000 palabras, o 5000, me son pocas. Yo necesito tiempo para que la historia se cueza a su ritmo. No me gusta apresurar las cosas. Mis historias tienen una trama con unos puntos que no me puedo saltar. Si ya le añadimos que divago, cuando intento hacer un relato de 3000 palabras me encuentro con un texto final del triple de longitud.
3: A los escritores noveles solo les tienen en cuenta con novelas cortas
Imaginad mi corazoncito cuando escuché esto. Me fui a llorar a mi esquinita, arropado por mis novelas de más de 250mil palabras. A ver, yo lo entiendo. Autores noveles somos muchos, muchísimos, y de todos y todas solo habrá unos pocos que hayan escrito algo rentable para una editorial. Si a los lectores ya les cuesta aceptar las novelas más largas (ya sabéis, esas que además cuestan mucho más de publicar a nivel monetario), las de autores desconocidos se venderán menos aún. Además, para encontrar esa buena novela hay que bucear, y bucear… y no compensa. Los lectores editoriales pierden el tiempo con esa clase de novelas largas, tiempo que podrían aprovechar para leer la nueva novela de algún autor extranjero conocido o de una autora ya consagrada en nuestra tierra.

Las editoriales son un negocio, no lo olvidemos, y el tiempo es oro. Tampoco vas a rechazar sin leer a todos los manuscritos de noveles que encuentres, pero sí que puedes pasar por encima de aquellos que se pasen de tu límite arbitrario de palabras.
4: A la gente le da pereza una historia muy larga
A menos que estemos dentro de la épica, a la gente le suele dar muchísima pereza leer cosas largas. Lo van dejando, lo van dejando, y al final ni lo tocan.
Y ya ni hablemos de las sagas. Puf.
5: Podar es un horror
Corregir una novela es como hacer crecer un bonito seto. Cuando faltan palabras, siempre puedes añadir florecitas aquí y allá para embellecer y tapar los huecos, dejar que crezca. Pero cuando sobran palabras, toca coger las tijeras de podar y eliminar todas esas ramas que a ti te encantan, y que no puedes pensar en cómo sería el seto sin algo tan vital como esa rama retorcida tan bonita pero que está a punto de clavársele en el ojo a un lector despreocupado.

Recortar historia duele.
Y por eso casi nunca lo hacemos, y por eso nos salen largas las historias.
Y luego está mi problema personal: Es que no puedo recortar. Ya intento que mis historias sean lo más cortas posibles, pero como hago unas tramas tan complejas unas cosas sustentan a otras, y si elimino algo se derrumba todo. Intento comprimir todo lo posible, que cada frase cumpla dos o más funciones si es posible, eliminar rodeos… pero también tengo la necesidad de dejar que la historia siga su ritmo, sin acelerar más de lo necesario, de acompañar las escenas de acción con un poco de aire para respirar.
Es un equilibrio que tiene un precio, y ese precio está en la problemática longitud de lo que escribo.
Yo no sé cómo me las apaño, pero siempre acabo quedándome corto o pasándome mucho de largo.
Por ejemplo, con Testosterona, la historia que podréis leer a partir del 15 de Marzo, quería escribir o un relato de unas 5000 palabras, o una novelette de unas 20.000.
¿El resultado? Se ha quedado justo entre medias. 10.984 palabras, para ser más exactos.
Y bueno, no está tan mal. Son unas 50 páginas, tal como está maquetado. Aunque es demasiado largo para relato y demasiado corto para novelette, creo que está en el punto medio (¿relatargo? ¿Cortalette?). Lo bastante corto para ser una lectura rápida y entretenida, y lo bastante largo como para meterle un poco de enjundia narrativa y de personajes.
Bueno, ¿y tú qué? ¿Tus historias se quedan cortas o se pasan de largas? ¿No te parece preciosa la palabra enjundia?
¡Nos vemos el jueves, cuando por fin revelaré la chulísima portada de la historia!
Qué buena entrada, de verdad.
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Me alegra que te haya gustado. Tenía miedo de que fuese demasiado simple, la verdad.
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Nada de demasiado simple, buenas reflexiones sobre los problemas que hallamos a la hora de escribir. Recuerdo en mis primeras experiencias como periodista lo mucho que me gustaba cuando tenía que tirar de inventiva y retórica para llenar una página de la que no tenía más información. Curiosidades.
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Yo me quedo corta siempre. No quiero saturar al personal con descripciones porque a mi me vale con poco porque claro, yo soy la autora y lo veo.
Y los finales casi siempre me quedan apresurados.
¯\_(ツ)_/¯ No se que hacer halluda.
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Ante la duda, yo tengo un método clarísimo: Me pregunto: «¿Cómo lo escribiría Rothfuss?» y entonces lloro porque no puedo escribir como él y acabo diciendo lo que yo considere destacable del personaje, quede largo o corto. Los finales intento que no se queden en un único momento grande, quiero que sea una escalera de momentos (por esto me gusta tener diversas tramas, así las vas cerrando una a una).
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Jaja, todavía me río con Eduardo y sus manos, jaja. Es un hastío recortar para quienes escribimos tanto. Yo me paso, y me prometo a mí misma recortar, usar tijeras e ir al grano. Es un aprendizaje que me propongo porque pocas veces lo logro. Es más… no entiendo a quienes «no tienen nada que escribir», o se quedan en blanco o no saben cómo seguir un relato o lo que sea. Debería tatuarme el cuerpo, quizás si tengo palabras escritas en la piel luego uso menos sobre el papel 😛
Muy buena entrada, Guille.
Abrazos!
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Muy buena entrada, me siento muy identificado. Ahora mismo tengo un tocho de casi 120 mil palabras que no para de crecer y creer… ¡y empezó siendo un relato corto! Además, que siempre, siempre acelero hacia el final de lo que escribo, porque estoy deseando poner el punto final, y luego me toca inflar los últimos capítulos para que no parezca todo apresurado…
Entonces ves que Stephen King escribe 6.000 palabras al día y no reescribe nunca, y lloras, claro…
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Jajaja pero King lleva décadas siendo un autor consagrado, no tenemos su rodaje. Es ilógico compararse con él…
120mil palabras un relato corto… macho, lo tuyo es aún peor que lo mío XD
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No te preocupes, Guille, todavía quedamos algunos que salivamos cuando un libro bien gordo cae en nuestras manos.
Además, yo soy como tú, mi novela de 150000 palabras era originalmente un relato corto, pero la cosa se extiende, se extiende…
Un abrazo y toda mi comprensión 😉
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En serio, yo no sé como un relato se os queda en una novela de 150mil. Me preocupáis.
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Qué difícil es recortar palabras.
Pero así es la vida en los tiempos del iphone.
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Bueno, yo no tengo tanto problema. Tiendo simultáneamente al telegrafismo y a la farragosidad, lo juro. Además, no he escrito nada de más de 5.000 palabras —si no lo escribo en dos días máximo, me pierdo—.
Y si no me sale de la longitud debida, hago dos cosas:
a) Escribo otra cosa.
b) No me presento.
Quien suele decidir es mi pereza.
Y en cuanto a lo de recortar… ¡buf! ¡Qué mal lo llevo!
Muchas gracias por traer tan sistematizado lo que nuestra experiencia nos enseña de manera tan difusa.
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Bueno, esa es mi especialidad, ¿no? Sistematizar aquello que la mayoría aprendemos por ciencia infusa XD a ver si con suerte la gente puede verlo y saltarse un par de pasos de los dolorosos.
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A mi me ocurre lo contrario, todo lo explico con el menor numero de palabras posible. Suelo ser directo y eso es malo, ya que los textos se vuelven aburridos.
La media de mis relatos son de 900 palabras y lo maximo que he escrito fueron 3000.
PD. suerte con el relato 🙂
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Gracias capirotada. Bueno, para eso tienes las revisiones, para alargarlos lo que sea necesario. Mucho ánimo!
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