Si escribes, es probable que quieras escribir bien. Si eres de esa clase de gente a la que le importa tres pimientos si escribe bien o mal… ¿CÓMO LO HACES? En serio, qué envidia.
Para el resto de mortales, que buscamos mejorar en la vida (y por ende en la escritura), no hay caminos fáciles. Hay caminos sencillos o simples, pero nadie dijo que sean fáciles.
Uno de esos caminos es seguir dando el callo día a día. Tarde o temprano acabarás mejorando aunque sea por ciencia infusa. No hay consejo más simple que “escribe todos los días”, pero madre mía, quien se atreva a decir que eso es fácil… El camino que os voy a desvelar hoy es sencillo, pero no es en absoluto fácil. Por suerte no requiere de años, pero tampoco es un paseo por el parque.
Así que abre bien los ojos y prepárate.
El secreto para escribir bien, en dos sencillos pasos:
¡Otro año más, otra lista de animes que me han gustado mucho y que recomiendo este año!
No voy a demorarme mucho con los preámbulos. Como siempre, es opinión personal, no he visto todo lo que ha salido este año y tampoco tengo mucho tiempo últimamente para ver cosas aunque me encantaría.
Si queréis ver las listas de años anteriores aquí las tenéis:
El que diga que en la fantasía ya está todo escrito, miente. En la fantasía no hemos escrito ni el 10% de todo lo que se puede escribir. Y yo solo tengo dos manos y un teclado, así que espero que todos y todas os pongáis, porque ese 90% restante no se va a conquistar solo.
Aquí suelto cinco ideas que podrían dar para cinco novelas que yo me moriría por leer. ¡Hay que ponerse las pilas!
1: Los elegidos no están precisamente en la flor de la vida.
Los elegidos siempre son jóvenes y apuestos y blablablá, pero de esos ya hemos visto bastantes. ¡Yo quiero un grupo de elegidos que ya tengan cuarenta tacos, hayan hecho sus vidas y a los que la idea de salvar el mundo les da un poquillo de pereza, todo sea dicho! Podemos mejorarlo y hacer unos aventureros de geriátrico que no están para estos trotes, pero alguien tendrá que salvar el mundo, ¿no?
Una de las reglas de la fantasía es que si es gracioso, es muy probable que Pratchett ya lo haya escrito antes. En este caso, tenemos El último héroe, que protagonizan estos majos señores.
¿Por qué me gusta esta idea?
Dos razones: La adultez y la vejez apenas se tratan en la novela fantástica, y aparte de que la sola idea de que sean adultos o ancianos cambia muchas cosas, lo principal es que serán personajes bien definidos por su pasado y sus experiencias. Yo me subo a cualquier tren que me dé buenos personajes.
2: Alguien inventa un hechizo capaz de calcular y estalla el boom de los ordenadores con magia
Porque sí, tirar bolas de fuego e invocar demonios mola, pero un sistema capaz de sumar, restar, multiplicar y dividir… Las posibilidades son infinitas. ¿Cómo reaccionaría una sociedad arcana al invento de las calculadoras? ¿Y de los móviles? Ya solo la capacidad de almacenar y manipular información es una locura.
Algo como esto molaría.
¿Por qué me gusta esta idea?
Internet mágico. No digo más. Bueno, sí digo más. Molaría ver cómo se desarrolla una sociedad tecnológicamente muy atrasada ante un invento como éste.
3: Usar la magia para atravesar la última frontera
Es sorprendente lo desaprovechada que está la magia. Con un poco de imaginación podríamos hacer cualquier cosa. Modificar un barco para surcar los cielos, y cuando eso se quede pequeño, que navegue entre las estrellas. Una space opera totalmente mágica molaría un montón.
Que tenga forma de barco no es imprescindible pero da puntos.
¿Por qué me gusta esta idea?
No es que me vayan mucho las space opera, pero es una idea que tiene muchas posibilidades. Y quizás ya haya historias con magia de portales para viajar a otros planetas, pero eso no es lo que quiero, yo quiero ver cómo retuerces la magia para preparar un barco para soportar el vacío, las temperaturas, cómo juegas alrededor de los requerimientos necesarios para hacer un viaje de años luz sin tener que gastar media vida en él. Se podría hacer una buena ficción especulativa con este tipo de fantasía.
4: Cartografiando un mundo de ensueño
Los primeros pasos en nuevo mundo siempre son emocionantes. ¿Qué encontraremos? ¿Cómo lo llamaremos? Exploradores y pioneros, primeros en entrar a ese mundo y lo bastante locos como para quedarse a vivir allí. ¿Cómo se adaptarán? ¿Encontrarán resistencia? ¿Qué hay un poco más allá, hacia el este? Habrá que descubrirlo, a la vez que los protagonistas.
¿Qué clase de pájaro es este?
¿Por qué me gusta esta idea?
Explorar mola, y explorar un mundo fantástico mola más, pero normalmente cuando lo hacemos son lugares en los que otros han estado, vemos ruinas de civilizaciones antiguas, vemos los estragos de una guerra… Vemos cosas que han pasado, normalmente con un guía que las explica (si no lo hace el narrador, iugh). Pero no vemos lugares en los que nadie ha pisado jamás, ni vemos cómo se escribe la historia de esa civilización antigua. Yo no quiero que me cuenten un lugar, quiero descubrirlo con la misma fascinación con la que lo descubren los personajes, al mismo tiempo que ellos.
5: La psique de personajes no humanos
Estoy seguro de que este será un tema recurrente en mis futuras novelas y relatos, pero es que es fascinante meterse en la cabeza de seres que no han pasado por las mismas experiencias que nosotros, seres que ven el mundo de forma muy diferente.
Los relatos de Magic durante la revuelta de éter nos bendijeron con Yahenni y sus congéneres etergénitos, seres que viven solo unos pocos años, no tienen género ni sexo (ya que están formados de éter), viven para pasarlo bien el tiempo que tienen de vida, y algunos tienen el poder de alargar su vida extrayendo la de los demás. Yahenni mola mucho.
¿Por qué me gusta esta idea?
Será por mi gusto por la psicología y los personajes, pero es que hay personajes fascinantes que aún no se han escrito. ¿Cómo ve la idea de género un ser que puede cambiar de cuerpo? ¿Cómo es la vida de un elemental? ¿En qué piensa un gólem cuando se aburre? ¿Cómo ve la vida una espada mágica? ¿Cómo crecen los dioses? Quiero conocer a estos personajes, y quiero que sean interesantes por sí solos. Los quiero ver como protagonistas de sus propias historias, con sus inquietudes, sus miedos y sus deseos. Aunque sean extraños de comprender.
¿Qué idea crees que me he dejado en el tintero? ¡No te olvides de ponérmela en los comentarios!
El viaje es una de las convenciones narrativas más antiguas de la historia. Ya sea en el Quijote, o en Viaje al Oeste, o en cualquier novela fantástica de tres al cuarto, es fácil encontrar que la historia de la novela gira en torno al camino que hay entre el punto A y el punto B.
Y a ver, no nos confundamos, esto no es que sea malo por sí solo, pero a mí es algo que no me suele gustar demasiado, y te voy a decir exactamente por qué. Hoy no nos andamos con introducciones y entramos directamente al meollo de la cuestión.
1: Tener un “objetivo final” perjudica la progresión de la trama.
A ver, esto no es fácil de explicar y además suena contraintuitivo. ¿Por qué tener un objetivo final perjudicaría la progresión? Y más aún cuando cualquier paso que se da es un paso que nos acerca más al final. Si lo piensas, debería ser justo al contrario. Seguir leyendo →
Escribir es difícil, bien que lo sabemos todos. Si escribir para uno mismo o una misma ya es difícil de narices, no digamos ya cuando nos sometemos a las limitaciones propias de tener un público.
Cuando escribimos para nosotros mismos no importa mucho cómo escribamos, pues normalmente nosotros nos entendemos cuando escribimos. Sabemos lo que queremos decir (o al menos eso creemos, porque cuando releemos cosas de hace mucho tiempo estamos todo el rato pensando en quién era el idiota que ha escrito eso y qué se supone que hay que entender). Pero cuando escribimos para otras personas, para que nos lean, es vital que la otra persona entienda qué es lo que le estamos diciendo.
Por experiencia, hay tres claves necesarias para que las personas entiendan lo que estás diciendo. Esto vale de la misma manera para enseñar cómo funciona algo nuevo, cómo se mueven las personas en una batalla, o cómo desenredar un plan diabólico para que los lectores entiendan las repercusiones del mismo:
1. Partir de una base común
Esto es lo más importante y lo que más se suele ignorar. En la escritura es fácil dar por hecho que el lector tiene la misma base de conocimientos que tú, que ha vivido las mismas experiencias, y a la hora de escribir, nos saltamos la base porque suponemos que el lector puede ir a nuestro ritmo. Hay que tener en cuenta la gran cantidad de tipos de lectores que hay. A menos que te especialices en algo como ciencia ficción dura con física de partículas avanzada, si quieres que tu lector entienda lo que le dices, tendrás que partir de una base común, que suele ser el mínimo.
¿A veces no os pasa que sentís que escribís la cantidad incorrecta de palabras?
Ya sea cuando te faltan 10 caracteres para un tuit, o cuando tu novela no llega al mínimo exigido para entrar a concurso, es posible que alguna vez hayas sentido que la longitud de lo que escribes es un problema. Ya sea por lo alto o por lo bajo.
En los trabajos del instituto o la universidad se suele medir por páginas, pero la página es un concepto tan cambiante dentro de este mundo de la escritura… Entre márgenes, interlineado, diálogos, tamaño de letra… un mismo texto puede tener 50 páginas o 150. No ayuda mucho para saber qué tamaño de texto estamos manejando. Así pues, en el mundillo editorial se mide en palabras, que es una medida mucho más consistente. Seguro que ya lo habéis visto por muchas partes, sobre todo en los concursos, donde es muy habitual poner un límite de palabras.
Ay, ese maldito límite de palabras.
¡Venga ya! ¿Ni aquí me puedo librar?
Anda que no habrá concursos a los que no he enviado nada por ese límite de palabras. Y es que yo tengo un problema muy grave: Siempre escribo cosas muy largas. Incluso cuando hago cosas cortas, como un relato, me salen cosas muy largas.
¿Hace falta que os dé una muestra? Tenéis el blog lleno de artículos de entre 2000 y 3000 palabras, cuando es habitual que un blog no supere las 1000 (yo no entiendo cómo aguantáis mis tochos, la verdad).
Escribir poco también tiene sus problemillas:
1: Mínimo X palabras
Lo sentimos, tu novela tiene que ser al menos así de larga para entrar a concurso.
Una de las frases más odiadas para todas las personas que no consiguen estirar más sus historias. Que por cinco mil palabras tu novela no sea lo bastante larga para entrar a concurso es una frustración horrible. Con los relatos pasa igual, solo que aquí podemos intentar estirarlos un poco… un poquito más… Y hale, está diluido, pero al menos el relato entra a la convocatoria.
2: ¡Se supone que esto iba a ser una trilogía!
¡Tras años de dolor y sufrimiento has terminado tu trilogía de ensueño! Y luego lo miras y… no llegas ni a las 150.000 palabras. Si 50.000 palabras ya es una novela corta, menos aún no llega ni a ser novela. Y como no puedes partir la historia por la mitad (¡¿Cómo vas a mutilar tu preciosa estructura de tres arcos de esa manera?!) pues te toca reunirlo todo en una única novela autoconclusiva. Hale, todos los títulos geniales de las tres partes, a la basura.
Esto también iba a ser una trilogía, pero acabó siendo solo una película porque los beneficios… se quedaron… cortos *badum tss*
3: ¡Nanowrimo, yo te maldigo!
¡¿A quién no le gusta matarse todos los días para conseguir sacar 1.666 palabras diarias durante un mes?! Contra todo pronóstico, todo va bien, escribes a diario, cumples la cuota…
Y a mitad de mes terminas la novela del nanowrimo. Una novela de 35.000 palabras. Es cortita, sí, pero no hay necesidad de alargarla, ¿verdad? Todo está bien atado, el final es satisfactorio… ¡La novela está estupendamente!
¿Y ahora qué haces con las 15.000 palabras que te faltan? ¿En qué las vas a emplear los días que te faltan de mes? Porque si no llegas a las 50mil, no cuenta como un Nano completado…
Escribir cosas cortas tiene sus pequeños dramas, pero por lo general, ser más concreto que extenso es algo bueno en la escritura. Cada palabra que sobra debe morir, y en tus textos no es habitual que le cortes la cabeza a un tercio de tu obra por cosas que sobran. Es más, es posible que en las revisiones añadas cosas que han quedado demasiado escuetas. Esto no está mal, como se dice, lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Y luego estamos las personas que escribimos de más. Y eso sí que tiene problemas…
1: Las revisiones son eternas
En ese momento solo quieres arrancarle la cabeza a tu yo del pasado por haber escrito tanto. Si ya se sufre revisando un libro de 100.000 palabras, ¿qué tal duplicar el sufrimiento con uno de 200.000?
¿Y a mí quién me manda meter dos subtramas extra?
¿Y de casi 300mil? ¿Y si no es solo una revisión, sino una reescritura completa? Hay que contener las ganas de mandarlo todo a la mierda, os lo aseguro.
2: No aceptamos textos de más de X palabras
La frase que me ha dejado fuera de concursos y de enviar mis manuscritos a editoriales una y otra vez. Bueno, con mis dos novelas de más de 250mil palabras, es normal que me quieran mandar a la mierda directamente (250mil es mucho, muchísimo. Impreso nos adentramos en el territorio de las 800 páginas). Para las editoriales no suele ser rentable imprimir libros tan largos.
Saitama lo tiene muy claro. ¡Solo se aceptan pasados trágicos de 20 palabras o menos!
Pero en el caso de los relatos es peor. A mí 3000 palabras, o 5000, me son pocas. Yo necesito tiempo para que la historia se cueza a su ritmo. No me gusta apresurar las cosas. Mis historias tienen una trama con unos puntos que no me puedo saltar. Si ya le añadimos que divago, cuando intento hacer un relato de 3000 palabras me encuentro con un texto final del triple de longitud.
3: A los escritores noveles solo les tienen en cuenta con novelas cortas
Imaginad mi corazoncito cuando escuché esto. Me fui a llorar a mi esquinita, arropado por mis novelas de más de 250mil palabras. A ver, yo lo entiendo. Autores noveles somos muchos, muchísimos, y de todos y todas solo habrá unos pocos que hayan escrito algo rentable para una editorial. Si a los lectores ya les cuesta aceptar las novelas más largas (ya sabéis, esas que además cuestan mucho más de publicar a nivel monetario), las de autores desconocidos se venderán menos aún. Además, para encontrar esa buena novela hay que bucear, y bucear… y no compensa. Los lectores editoriales pierden el tiempo con esa clase de novelas largas, tiempo que podrían aprovechar para leer la nueva novela de algún autor extranjero conocido o de una autora ya consagrada en nuestra tierra.
«La editora está muy ocupada. Solo aceptamos manuscritos de 120.000 palabras o menos»
Las editoriales son un negocio, no lo olvidemos, y el tiempo es oro. Tampoco vas a rechazar sin leer a todos los manuscritos de noveles que encuentres, pero sí que puedes pasar por encima de aquellos que se pasen de tu límite arbitrario de palabras.
4: A la gente le da pereza una historia muy larga
A menos que estemos dentro de la épica, a la gente le suele dar muchísima pereza leer cosas largas. Lo van dejando, lo van dejando, y al final ni lo tocan.
Y ya ni hablemos de las sagas. Puf.
5: Podar es un horror
Corregir una novela es como hacer crecer un bonito seto. Cuando faltan palabras, siempre puedes añadir florecitas aquí y allá para embellecer y tapar los huecos, dejar que crezca. Pero cuando sobran palabras, toca coger las tijeras de podar y eliminar todas esas ramas que a ti te encantan, y que no puedes pensar en cómo sería el seto sin algo tan vital como esa rama retorcida tan bonita pero que está a punto de clavársele en el ojo a un lector despreocupado.
Los escritores profesionales tienen que refinar sus habilidades de poda como si fuesen Eduardo Manostijeras
Recortar historia duele.
Y por eso casi nunca lo hacemos, y por eso nos salen largas las historias.
Y luego está mi problema personal: Es que no puedo recortar. Ya intento que mis historias sean lo más cortas posibles, pero como hago unas tramas tan complejas unas cosas sustentan a otras, y si elimino algo se derrumba todo. Intento comprimir todo lo posible, que cada frase cumpla dos o más funciones si es posible, eliminar rodeos… pero también tengo la necesidad de dejar que la historia siga su ritmo, sin acelerar más de lo necesario, de acompañar las escenas de acción con un poco de aire para respirar.
Es un equilibrio que tiene un precio, y ese precio está en la problemática longitud de lo que escribo.
Yo no sé cómo me las apaño, pero siempre acabo quedándome corto o pasándome mucho de largo.
Por ejemplo, con Testosterona, la historia que podréis leer a partir del 15 de Marzo, quería escribir o un relato de unas 5000 palabras, o una novelette de unas 20.000.
¿El resultado? Se ha quedado justo entre medias. 10.984 palabras, para ser más exactos.
Y bueno, no está tan mal. Son unas 50 páginas, tal como está maquetado. Aunque es demasiado largo para relato y demasiado corto para novelette, creo que está en el punto medio (¿relatargo? ¿Cortalette?). Lo bastante corto para ser una lectura rápida y entretenida, y lo bastante largo como para meterle un poco de enjundia narrativa y de personajes.
Bueno, ¿y tú qué? ¿Tus historias se quedan cortas o se pasan de largas? ¿No te parece preciosa la palabra enjundia?
¡Nos vemos el jueves, cuando por fin revelaré la chulísima portada de la historia!
Como estudiante de psicología tengo el horrible privilegio de entender los procesos de mi cabeza. Y es impresionante lo poco que importa eso cuando uno pasa por algún bache emocional.
La evolución tiene muchas cosas buenas, pero cuando la combinamos con la evolución cultural y tecnológica, cosas que tendrían que ser útiles se convierten en cosas que nos perjudican. Un ejemplo muy claro: En el pasado, paralizarse ante un peligro inminente como un depredador podía evitar que te hiciese daño. Ahora, cuando el peligro inminente es un coche a punto de atropellarte, huir sería algo mucho mejor.
A lo largo de la evolución, la emoción se demostró mucho más poderosa que el razonamiento. El sistema emocional tiene un contrato de exclusividad con nuestro cerebro, y por ello tiene el derecho de opinar sobre algo que nos pasa antes incluso de que el razonamiento se entere de qué está pasando.
En resumen: La emoción tiene el poder de sobrepasar a la razón.
Y conseguir lo contrario es una tarea titánica que no siempre funciona.
Si eres de esas personas que cuando alguien dice «Me encanta esta comida» tú saltas «¡Pero si es horrible! ¡Cómo puedes comerte eso!»; o peor, cuando dicen que algo no les gusta tú insistes porque «¡¿Cómo no te va a gustar, si está buenísimo?!», tengo una mala noticia para ti: Eres una persona inmadura, egocéntrica e intolerante.
¡Y que sepas que no lo digo a malas!
Pero vamos paso a paso y entenderás perfectamente a lo que me refiero.
Normalmente prefiero escribir sobre técnicas de escritura raras y que se salen de lo que se suele ver por ahí, consejos para personas que ya están avanzadas en este campo. Y bueno, esto no es escritura avanzada, pero algo tenía que hacer para aquellos que buscasen algo menos concreto, más global, aquellos que están empezando y no saben cómo. Tiene gracia porque pensaba, tras haber escrito esto, que a nadie le iba a importar mi opinión, pero justo ese mismo día un amigo me pregunta cómo empezar a escribir.
Debe ser cosa del destino.
Bueno, vayamos al tema. He leído bastante mierda y he visto bastante mierda. Por supuesto, he escrito aún más mierda (y tengo en físico el primer borrador de mi primera novela, que lo atestigua), y creo que ya tengo desarrollado un olfato bastante fino para detectarla. Si no, no habría podido hacer una lista de las malas prácticas de los escritores novatos.
Y como todo lo que escribimos al principio es mierda aunque no nos demos cuenta, puedo detectar a los novatos por su olor. Creedme, lo sé porque todavía sigo apestando. Aunque quiero creer que un poco menos. Las correcciones son una especie de ducha para ese olor, y si eso es cierto ahora mismo estoy rociándome muy fuerte en todo tipo de químicos.
Así es más o menos como se sienten las correcciones. Pero con sangrado ocular y cerebral incluido.
Quizás no sea el más adecuado para esto porque no he publicado todavía nada (edit: ¡Ahora sí que he publicado algo! Y lo podéis leer aquí por solo un euro), sin embargo llevo cuatro años escribiendo y una de mis máximas es recorrer este camino de la forma más eficaz posible. Así pues, quiero dar a los novatos (y no tan novatos) una serie de consejos nacidos de mi experiencia como escritor, lector y creador de contenido.
Además, dicen que las opiniones son como los culos y el mío es muy bonito. O eso dicen.
Hoy estaba navegando por twitter, perdiendo el tiempo (para variar), y he encontrado algo que ha hecho que se activen todas las alarmas de mi cerebro al mismo tiempo. No soy fan de Minecraft. Pero no me ha hecho falta, pues en cuanto he visto que esto va a publicarse en español, se me han activado todas las fuentes de furia y rabia que tengo en el cuerpo. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo puede un autor aprovechar de esa manera (pues son libros no oficiales, no sé como irán de copyright los de Mojang) el tirón de un juego que es prácticamente ya un fenómeno social comparable a los legos hace décadas? Seguir leyendo →