La estructura narrativa como lugar físico – El viaje, la montaña

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La estructura es para mí una de las partes más infravaloradas y más interesantes de una obra literaria. Es increíble como la suma de las partes puede cambiar drásticamente cuando alteramos algo tan sencillo como el orden en el que las presentamos.

Por una parte, la estructura siempre existe de manera física en una obra. Sí. Ahora os suena críptico, pero seguid leyendo y ya veréis como sí.

Por otra parte, la estructura a veces es representada de manera física en la historia.

Hay dos estructuras muy famosas y habituales que muchas veces se toman de manera literal.

La primera es el viaje. Ya he hablado del viaje y de lo poco que me gusta.

La segunda es la montaña. De esta he hablado también hace poco, y esta me gusta más.

Tanto en el viaje como en la montaña, a veces la estructura existe de manera física en la obra. En muchas de las obras de viaje, el viaje es real y físico. Frodo tiene que llevar el anillo desde la Comarca hasta Mordor. Madeline tiene que escalar la montaña Celeste. El punto en el que están en el camino físico es también un reflejo del punto de la trama en el que nos encontramos.

Estas dos no son las únicas estructuras con equivalente físico. La torre o el laberinto también pueden ser un reflejo de la trama de la obra en la que aparecen. Pero uno de mis ejemplos favoritos son las cinco pruebas, o los cinco amuletos, o las gemas del infinito… Un número N de cosas. Como las medallas de gimnasio en Pokémon.

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El factor común de todo esto es que hay una especie de secuencia predeterminada que conocemos de antemano. El viaje tiene un inicio y un fin, y a lo mejor se nos habla de ciertas paradas por el camino. La montaña va siempre hacia arriba, a veces hacia abajo. La torre y el laberinto buscan el centro o la salida, y las gemas del infinito son como un contador hacia atrás, hacia el final.

Siempre sabemos cuándo acaba y lo lejos que estamos de ese punto.

Esto es, en realidad algo vital para el disfrute de una obra. Os voy a hablar de algo que satisface mucho a quien nos lee cuando está, pero que frustra mucho cuando no está.

La sensación de progreso

Especialmente en videojuegos, la sensación de progreso es importantísima. Todo el mundo odia las tareas monótonas y repetitivas que parece que no llevan a ninguna parte. La lectura no es distinta. La gente tiene que sentir que la historia está progresando hacia alguna parte. Las estructuras físicas, como el viaje o la montaña, nos dan un indicador de progreso. Frodo ya está a mitad de camino. Madeline ha llegado a la cúspide de la montaña. Sabemos que es un punto distinto al inicial, porque sabemos cómo funciona la distancia, igual que sabemos que con 2 gemas del infinito estamos más cerca de completar el guantelete que si tuviéramos 0.

Esto nos permite ser conscientes de que la historia está progresando. Sin embargo, en los libros especialmente, tenemos otro indicador de progreso.

Aquí es cuando nos damos cuenta de que…

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¿Cuántas páginas me quedan para acabar este libro?

El libro es un objeto físico con un número determinado de páginas

La estructura siempre existe de manera física en un libro, aunque solo sean dos de sus puntos. Sabemos dónde empieza y dónde acaba. Empieza en la primera página y termina en la última.

¿No te ha pasado alguna vez que te estás acercando al final de un libro pero sientes que a la historia todavía le queda demasiado por cerrar? Esa desesperación de “¿Pero cómo va a cerrar bien esta historia, si ya casi no le queda hueco?”

Luego te das cuenta de que es el primer libro de una trilogía y nadie te ha avisado. Ups.

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Y por Razones no volvemos a saber de esa saga en castellano. Ay mecachis.

 

LA TRAICIÓN DE LAS EXPECTATIVAS

Okay, esto de la representación física tiene sentido y es curioso, pero ¿sirve para algo?

Pues sí, sobre todo por esta discrepancia entre la estructura física del libro (¿es un libro independiente, una trilogía? ¿Cómo de lejos estamos del final de las páginas?) y la estructura de la trama.

En los videojuegos, la primera vez no sabemos cómo de lejos estamos del final, y por tanto se pueden permitir alargar la historia todo lo que quieran con esta clase de engaños. En los juegos The legend of Zelda, es habitual recuperar un número X de cosas (tres joyas, seis sabios) y que cuando termines te hagan buscar otro conjunto de cosas. Y claro, tú no sabes muy bien cómo de cerca estás de ir a por el jefe final, pero al menos notas el progreso sin saber dónde está el final del camino.

En los libros no tenemos ese lujo porque sabemos el número de páginas al que nos enfrentamos. Así que toca hacerlo a la inversa.

Algunos de los mejores ejemplos de estas subversiones en un libro:

Los viajes de Taisham – T.F. Famux

El exilio de Taisham es claramente un viaje, pero es un viaje sin destino. ¿Cómo sabemos lo cerca que estamos de un final que no conocemos? No lo sabemos, y eso es uno de los mayores atractivos del libro: Lo inesperado, el no saber hacia dónde nos dirigimos. Sabemos, por el número de páginas, que queda un largo camino por delante, pero, ¿hacia dónde? ¿hacia qué?

Panteón, Memorias de Idhún 3 – Laura Gallego

Con el segundo libro de la trilogía se acaba la trama principal que se inició en el primer libro. Aun así, aún queda un tercer libro. ¿Y ahora qué? Esta sensación de “Y ahora qué” es algo que me encanta, porque nos quedamos sin nada a lo que aferrarnos, en ese momento todo lo que hay al frente es posibilidad infinita.

Por otra parte, otro ejemplo mítico son las 12 pruebas de Astérix y Obélix.

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Una de las mejores películas de animación tradicional, sin duda todo un clásico.

Por un lado, tenemos las 12 pruebas como indicador del progreso. Por otro, tenemos la infame prueba de la casa que enloquece, en la que tienen que conseguir la forma A38, pero no tienen ni idea de lo lejos que están de conseguirla ni de los pasos que tienen que seguir para conseguirla. Esta última sensación de no saber lo que esperar es lo que intentamos provocar en quien nos lee.

¿Veis el patrón común? Plantear una expectativa, y romperla. Al usar una trama tradicional y con una sensación de progreso tan clara y lineal como el viaje o la montaña, preparamos el terreno y llenamos la mente de quien nos lee con una idea. Luego partimos esa idea por la mitad y nos regocijamos al ver que se desespera porque no sabe lo que va a pasar, sus esquemas no valen de nada y NECESITA SABER.

Esta clase de traición funciona casi siempre. Excepto cuando haces algo como lo de no anunciar que el libro no es autoconclusivo. Entonces te ganas odio inmortal.


¡Espero que os haya gustado este artículo! Pronto un resumen de mi experiencia Celsius, supongo. Mientras tanto, puedes unirte al reto 30 días de escritura para formar hábito.

 

¡Hasta la próxima!

 

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