Inevitabilidad
Qué palabreja más rara me acabo de inventar, ¿no?
La verdad es que no me la he inventado. Aunque quizás no se la conozca así en español, es algo que puede aparecer en cualquier historia y que aparece en muchas más de las que debería. ¿Pero de dónde me lo he sacado? La verdad es que es un término (bastante oscurillo) que se utiliza en el juego Magic the Gathering. Es el juego de cartas del que ya os he hablado alguna vez.
En Magic, un mazo tiene inevitabilidad cuando tiene más posibilidades de ganar según se alargue la partida. Y si un mazo tiene más inevitabilidad que el tuyo, sientes que cada turno que pasas sin ganar la partida te acercas más a tu ineludible derrota. Es como ser arrastrado por un remolino, y sabes que si no sales de ahí pronto, acabarás ahogándote.
Este último sentimiento que acabo de describir es la inevitabilidad en las novelas. Es el sentimiento de que, al final, los dos protagonistas acabarán juntos. Esa sensación de que todos los pasos que da el héroe lo están dirigiendo hacia el apoteósico enfrentamiento con el villano.
Es la sensación de que la historia se está dirigiendo, lenta pero inexorablemente, hasta cierto desenlace o situación predecible.
La inevitabilidad está bien en algunos momentos. Cuando los protagonistas luchan contra el destino, por ejemplo. Cuando el lector sabe desde el principio cómo acabará la historia. Sin embargo, la inevitabilidad, en novelas en las que no viene al caso, se siente como que el escritor está empujando a los personajes y los sucesos hacia un resultado que él quiere. Se siente muy artificial.
El gran problema que tiene la inevitabilidad es que convierte a tu historia en predecible. Si al principio pones una profecía de vencer al malo maloso, raro es el caso en el que el final no sea la muerte de ese malo maloso.
Y no sé vosotros, pero a mí no me gusta sentir que la historia se va arrastrando lentamente hacia su final, a menos que sea algo intencionado.
Pero este no es el único problema que se puede encontrar en algunas novelas.
Las consecuencias
¿No habéis leído un montón de libros en los que los protagonistas hacen muchas cosas que luego no tienen repercusiones? Muchos personajes se libran de las consecuencias de sus actos, como si fuesen escapistas del karma.
A mí me gusta sentir que los personajes, cuando la cagan, arrastran de verdad sus errores. Sus actos tienen efecto en la trama y en otros personajes, y cuando sus decisiones no son acertadas (o incluso cuando lo son), pocas veces vemos que eso acarree consecuencias para el personaje.
¿La has cagado? No pasa nada. Nadie te va a recordar que tú mataste a esa ancianita en medio de la plaza. Nadie va a echarle la culpa a los protagonistas de los daños colaterales que su pelea contra el monstruo ha causado.
Si quieres que tu historia se perciba como real, las acciones tienen que tener consecuencias reales. ¿Desafías al malvado imperio? El malvado imperio mata a tu familia. O a ti. ¿Mandas a la mierda a otro personaje? Espérate una puñalada trapera cuando más lo necesites.
Incluso las acciones buenas tienen que tener consecuencias reales: Un personaje puede odiar al protagonista por haberle salvado (el coste ha sido demasiado alto, ha tenido que renunciar a muchas cosas, no quería ser salvado). Escoger al mejor miembro para la misión puede hacer que otros posibles candidatos empiecen a guardar rencor al protagonista. Las mentiras se descubren.

Evita la inevitabilidad (a menos que venga al caso, como pelear contra la propia muerte) y aplica las consecuencias necesarias. Tu historia se sentirá mucho más realista y humana, al igual que tus personajes. Además, creo que nadie me puede negar que ver las consecuencias de los actos de los personajes es algo que nos gusta. Hace que sus decisiones se sientan más auténticas.
Y tú tienes que tomar una decisión. Es posible que ya sepas que daré un taller online de personajes en Ateneo Literario en Octubre. Teniendo en cuenta que quedan un par de días para que empiece, esta es tu última oportunidad para apuntarte. ¡Échale un vistazo!